jueves, 10 de julio de 2008

Filmoteca

Fausto (Faust: Eine deutsche Volkssage), 1926
Friedrich Wilhelm Murnau


Murnau, maestro del expresionismo y sin duda uno de los más grandes directores del entonces puntero cine alemán, tras alcanzar la fama con películas clave en la historia del cine como Nosferatu (1922) o El último (1924), se embarcó en la difícil empresa de adaptar Fausto, la poliédrica obra cumbre de su compatriota Johann Wolfgang von Goethe. Sería ésta su última obra alemana, pues poco después decidió emigrar a los EEUU como tantos otros directores de su tiempo, rodando allí películas como Amanecer, aunque nunca llega a encajar en un Hollywood donde primaba y prima tan sólo la recaudación en taquilla y que pronto le comienza a dar la espalda, proceso que se agudiza por la oposición de Murnau a disimular su homosexualidad. Por desgracia, su carrera se vio tempranamente truncada por un accidente de tráfico y nunca llegó alcanzar allí la fama que otros directores en análoga situación, como Fritz Lang o Ernst Lubitsch.

En Fausto decidió no ceñirse a la secuencia narrativa de Goethe, sin dejar de lado la carga filosófica de ésta pero evitando el salto que se produce entre las dos partes de la obra de éste, utilizando a su antojo las distintas versiones existentes del mito de Fausto y favoreciendo con ello al ritmo de la película, la cual ha envejecido mucho mejor que la mayoría de sus coetáneas y no sólo por su potencia visual. Además, le da a la historia su particular toque inquietante y gótico, con gran presencia de lo sobrenatural, ambientándola en una Edad Media teutónica de miedo y oscuridad, en una ciudad sacudida por la peste tras la llegada de Mephisto.

Fausto es la sublimación del hombre, persiguiendo siempre una meta que no puede alcanzar, lastrado por las limitaciones de su condición humana. Encerrado en su estudio, rodeado de libros, Fausto ha abandonado el mundo exterior, sumergiéndose en su búsqueda de la sabiduría, cuando recibe la visita del astuto diablo. Éste le ofrece un trato a cambio de su alma, el dar satisfacción a sus más profundos deseos, tanto físicos como intelectuales. Un acuerdo que no puede evitar aceptar y que le deparará grandes decepciones.

Mephisto, el diablo, es interpretado por Emil Jannings en una actuación antológica, de una expresividad inigualable que logra arrancar más de una sonrisa por medio de sus irónicos gestos y muecas. Es esta cualidad la que convierte a Jannings en el personaje capital del film, utilizado sabiamente para aligerar la historia, pese a ser el erudito Fausto el protagonista (Gösta Ekman).


Película imprescindible.

Alex

Biblioteca de Babel

"Además de explícitos, aquellos sueños eran hermosos. Esa es una circunstancia que se le escapó a Freud en su teoría de los sueños. El sueño no es sólo un mensaje (eventualmente un mensaje cifrado), sino también una actividad estética, un juego de la imaginación que representa un valor en sí mismo. El sueño es una prueba de que la fantasía, la ensoñación referida a lo que no ha sucedido, es una de las más profundas necesidades del hombre. Ésta es la raíz de la traicionera peligrosidad del sueño. Si el sueño no fuera hermoso, sería posible olvidarlo rápidamente. Pero ella regresaba constantemente a sus sueños, volvía a proyectárselos, los transformaba en leyendas."

(Milan Kundera, La insoportable levedad del ser)


Alex

lunes, 7 de julio de 2008

Cartelera

Los Cronocrímenes
Nacho Vigalondo, 2008

La mayor promesa del cine patrio se pasa al largo con una película sencilla y directa, con su habitual punto de humor. Defensor a ultranza de la ciencia ficción, elige nuevamente los juegos y paradojas espacio-temporales como eje conductor del film.

Pese a que el argumento, basado en viajes en el tiempo, pueda parecer algo manido, Nacho Vigalondo, haciendo gala de su habitual falta de complejos, lo lleva a su terreno y le insufla nueva vida. Aunque parece increíble, rodea ese hecho fantástico de elementos que lo convierten en algo perfectamente plausible, incluyendo un típico domingo en el caserío montando muebles de Ikea.

Entre esos elementos, destaca la acertada elección de Karra Elejalde como protagonista, quien borda su papel de cincuentón acomodado, medio calvo y triponcete, que no puede evitar adentrarse en el bosque al vislumbrar en él a la atractiva Bárbara Goenaga. Tras este hecho, se ve repentinamente expulsado de su vida rutinaria, por cuya recuperación se lanza en una lucha desesperada contra el crono, rayando la locura.

Además, el marco en el que se desarrolla la acción, rodea todo de una aura de misterio sólo roto por el propio Nacho Vigalondo y su laboratorio, haciendo de ayudante de científico pringadillo pero al corriente de todo y quien de algún modo desencadena los acontecimientos.

Su ópera prima funciona como un reloj, cuidando más los detalles pero sin renunciar a sus orígenes. ¡Eso sí, para la próxima querremos más!

No dejéis de ir a verla al cine, merece la pena.

Alex

Cartelera

Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal
Steven Spielberg, 2008

Tras la larga espera, el anuncio de una nueva entrega de la saga parecía presagiar una triste desmitificación del ya legendario arqueólogo, lo cual ya de por sí llevará a más de uno a entrar en el cine a la defensiva y dispuesto a sufrir.

Comienza el film con un guiño a George Lucas y su American Graffiti (1973) y poco a poco la balanza va equilibrándose, el espectador puede respirar aliviado, pues Spielberg parece dar rienda suelta a su saber hacer. Indy se traslada a tiempos de la Guerra Fría, esta vez enfrentado a malvados soviéticos, capitaneados con sobrada autoridad por la últimamente omnipresente Cate Blanchett, a quien además parece sentar bien el look de supervillana.

El mayor acierto es sin duda el hecho de convertir a Harrison Ford, quien, pese a que los años no pasan en balde, sigue sin perder la chispa, en padre del irresponsable, impertinente e impulsivo Shia LaBeouf. De este modo, Harrison, asume el rol que en su día ejerciera Sean Connery, actuando su hijo como contrapunto y favoreciendo así la asunción de que el Dr Jones ya no es ningún chaval. La divertida relación entre ambos mantiene viva la primera mitad de la película, que por momentos recuerda a El Templo Maldito (1984), la más desenfadada de sus predecesoras.

Por desgracia, tras trasladarse juntos a América del Sur, en busca de la poco afortunada Calavera de Cristal, el espejismo se desvanece y poco a poco la esperanza va diluyéndose mientras la trama se convierte en una torpe y apresurada secuencia de escenas de acción, que a diferencia de en las entregas precedentes, parecen sacadas de alguna película de superhéroes de las facilonas. Estas escenas avanzan entreteniendo y disgustando a partes iguales, desaprovechando por el camino actores secundarios (especial mención merece el inútil personaje de John Hurt), y culminan con apoteosis extraterrestre digna del peor Steven Spielberg.

En este contexto de película hinchada a estimulantes, la pequeña escena final, resuelta con maestría, nos retrotrae a ese inicio prometedor, y el detalle que parece insinuar una posible futura secuela con Shia a la cabeza, siembra de nuevo más temor que ilusión.

Resumiendo, retorno agridulce pero digno. Tal vez uno de los héroes más admirados de nuestra infancia mereciese algo más.

Alex

 
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